Una
reflexión acerca de la capacidad transformadora de las intervenciones
artísticas en espacios públicos.
Si bien en los últimos años se ha puesto
hincapié y ha habido un esfuerzo por parte de organizaciones estatales y no
gubernamentales, provenientes de la sociedad civil, en proteger y contener a
víctimas de violencia de género, su problematización, y posterior camino hacia
la erradicación, permanece en espacios y ámbitos aún limitados. Los medios de
comunicación y las instituciones educativas y judiciales no reproducen
discursos (ni fallos) a la altura de los avances en investigación académica y
en materia de legislación del país e internacional [1]que
promueven la igualdad de género. Esto explica en parte por qué cada veinte
segundos hay un llamado por violencia de género al 911[2], o una mujer es muerta
cada 30 horas víctima de femicidio, o cómo tres millones de
niñas en el mundo hoy corren riesgo de mutilación genital.
Una de las razones principales que se
puede esbozar, es que la cultura, al atravesar todas aristas de la sociedad, se
impregna sistemáticamente y preexiste a discursos que responden a un paradigma
que se rige y contiene fragmentos de un sistema patriarcal heredado con rasgos
misóginos y machistas. Esos discursos alimentan prácticas acordes a ellos y también
los refuerzan. De alguna forma lo explica Foucault en “Sexualidad y Poder”
cuando dice que “el inconsciente se constituye a partir de una relación de
poder” (Faucault,2007:33). Y la ideología como sistema de representaciones
sociales funciona desde un nivel inconciente.
Un caso que desenmascaró relaciones de
poder patriarcales y machistas fue el de Melina, adolescente encontrada
envuelta en una bolsa de basura, violada: los medios de comunicación visibilizaron
el procedimiento de culpabilización de la víctima y la cultura subyacente de la
violación: quién era, qué tenía puesto, qué hacía de su vida. La
espectacularización de la intimidad de la víctima, sus hábitos, y su destino
marcado: era puta, drogadicta, rebelde, y encima, pobre, ¿qué más podría
esperarse?[3] Todos
los rasgos estereotípicos de una
“víctima” que se las “buscó”. Que no cumplió con lo que se esperaba de ella
(cumplir mandatos, obedecer: estudiar, trabajar, ser monogámica, heterosexual y
niña de su casa, de su familia).
Seguramente una franja de los lectores y de
las audiencias se debe haber descubierto en esa misma creencia. No solamente porque las
noticias son construidas para alguien prefigurado que le da verosimilud a lo
dicho, sino porque, como dijimos, así funciona la cultura, nos preexiste.
Williams afirma que la cultura presenta
dos aspectos: “los significados y orientaciones para los que sus miembros han
sido entrenados, y las nuevas observaciones y significados que se nos brindan
para ser puestos a prueba. Así son los procesos ordinarios de las sociedades y
mentalidades humanas, y a través ellos percibimos la naturaleza de una cultura: que
siempre es tradicional y creativa a la vez” […] Es decir, la cultura engloba
los significados comunes y formas de vida, y el arte y el conocimiento, como un
quehacer “innovador”. (Williams,1958: 39).
No es sino, desde este campo que pueden
dispararse nuevas preguntas que descoloquen, irrumpan y cuestionen el orden de
las cosas y sus sentidos. La complejidad en la sociedad y sus múltiples
manifestaciones, a raíz también de este espacio de creatividad que permite la
cultura en sí, exige la elaboración de nuevas palabras que encierren
significados condensados y funcionen para describir esa realidad, cuestionándola/denunciándola.
Siguiendo a Voloshinov, cuando decía que el signo es la arena de la lucha de
clases, (Voloshinov, 1976) en este caso, podemos pensar esa lucha concreta que
se plantea contra el sistema patriarcal, la represión, cosificación, negación,
y aniquilación del cuerpo de la mujer, que en definitiva podría reducirse también
a una lucha de clases si partimos de la premisa de que el sistema capitalista
es el que mantiene la red de relaciones de poder y las reproduce en múltiples
ámbitos, algunos a veces completamente invisibilizados[4].
Si bien la violencia de género es una
problemática multicausal y profunda en la sociedad moderna, y es difícil pensar
en una solución que no contemple políticas de Estado directas, a través del
arte se puede dar cuenta y ayudar a la construcción de discursos alternativos
en pos de la igualdad de los seres humanos y de su libertad para ser y elegir.
Y cuando decimos “alternativos” nos estamos oponiendo a “contrarios”. Al
oponerse algo también se lo reafirma, desde el uso del mismo universo de
sentido para señalarlo. Lo alternativo surge
de una ruptura previa a los discursos hegemónicos, pero propone desde una base completamente
diferente de la que denuncia. Así fue
como la realidad exigió y dio lugar al emergente cultural del “artivismo”. El “artivismo”
es una forma de acción social que se sitúa entre el arte y el activismo, que
busca generar un cambio. El arte se convierte en una herramienta que ayuda a
reflexionar sobre el sistema normativo y las creencias, convocando desde las
emociones y mostrando que existen otras maneras de ser y de relacionarnos.
Las intervenciones comunitarias generalmente
engloban un conjunto de estrategias derivadas de un diagnóstico social y/o
comunicacional previo que incluye un plan de acción con destinatarios
específicos de la comunidad (llamados también beneficiarios directos e
indirectos). Sin embargo, podemos pensar estas
intervenciones, como irrupciones en la cotidianidad en donde este artivismo
puede manifestarse. Etimológicamente,
"Intervenir", surge del latín intervetio,
e implica; "venir entre" o "interponerse”. El escenario
urbano, cuyos espectadores pasan a ser el “público”
de alguna forma sin decidirlo, se convierte en el lugar en donde se desnaturalizan
y destruyen discursos pre-establecidos. La interpelación al Otro se establece a
través de la creación de una determinada escena cuya imagen y su propia capacidad de preganancia en
la mente, genera un impacto inmediato en su subjetividad. El rasgo
revolucionario radica en parte por lo impredecible de esa huella al generar una
cierta discontinuidad que irrumpe la práctica cotidiana del espectador, una
“interposición”, una dislocación, de su mirada que lo desnuda poniendo(se) en
evidencia sus propias creencias y juicios.
Un vehículo para la intervención es la llamada
“performance” que refiere a una forma específica de arte, arte en vivo o arte
en acción, que nace en los años sesenta y setenta para romper con los lazos
institucionales y económicos que excluían a artistas sin acceso a teatro,
galerías y espacios oficiales o comerciales de arte. (Taylor, Fuente, 2011). La
performance, en definitiva surge de varias prácticas artísticas pero trasciende
sus límites; combina elementos y se nutre de diversos lenguajes. Es por eso que
su significado siempre se manifiesta con un excedente, con algo que permanece
abierto, con un sentido que se trastoca. En este aspecto radica su potencial y
su riqueza para la transformación de las mentes de las comunidades, denunciando
aquello que a veces las palabras no pueden nombrar o describir, generando una
nueva propuesta “sígnica”. Se requiere para ello, transcender las fronteras
disciplinarias para acceder a fenómenos complejos que requieren de un universo
de sentido transformador.
Elizabeth
Mia Chorubczyk, alias Effýmia o Effy Beth, fue una joven artista trans que
sufrió discriminación y violencia de género desde temprana edad, y se convirtió
en un referente en lo que respecta a la construcción de identidad de género e
intervenciones urbanas a través de performances. Estudiante del IUNA, luego de
años de escuchar frases como “aunque vos te sientas mujer, te crezcan tetas, tomes hormonas, te
operes los genitales, nunca serás mujer porque no menstruás ni sabes lo que eso
significa”, realizó una performance titulada “Nunca serás mujer” donde su cuerpo
sangra en trece oportunidades[5].
El llamado arte queer[6]
comenzó desde entonces a definir sus metas: “problematizar el discurso
hegemónico en un tiempo y espacio específico”
Un caso de
intervención a través de una obra de arte performativa en la Ciudad de Buenos
Aires: “Mujer Basura, con cada femicidio sangramos todxs”
Cinco obras esténciles de retratos de
mujeres rodean el espacio escénico de la performance titulada “Mujer Basura”
montada el 22 de noviembre en la Plaza
de Mayo en el marco de la III Marcha de las Putas[7].
Espejos rotos dejan ver los rostros correspondientes a algunas imágenes que por
su tratamiento en los medios, resultan familiares. Se identifican claramente a
Melina Romero y Angeles Rawson: ambas adolescentes encontradas muertas en
bolsas de basura, luego de días de
búsqueda.
Los
demás: Adriana Paula Giménez, Juana Gómez, Liliana Garabedian, también
comparten un horroroso factor en común: sus cuerpos asesinados fueron encontrados en basurales, mutilados,
casi desnudos o completamente desnudos y algunos también violados.
Argumenta la abogada Susana Chiarotti
Boero, representante de Argentina ante el Comité de Expertas de la OEA que
monitorean el cumplimiento por parte de los Estados de la Convención
Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia hacia las
mujeres, en una entrevista en Pagina 12 que “la violación es una herramienta
política de disciplinamiento que el patriarcado utiliza desde sus orígenes sirve
para recordarle a la mujer que debe ocupar un rol de servidumbre y obediencia
al hombre; que debe limitar sus salidas y diversiones; permanecer en el hogar y
no invadir la calle, el espacio público, que pertenece a los varones. No
importa cuán modernos sean la ropa, el celular o los autos que tengan los
jóvenes. En el fondo se arrastra algo atávico sobre la inferioridad de las
mujeres. Los varones sienten que hay que recordarles a ellas todo el tiempo que
no son iguales a los varones ni tienen los mismos derechos, especialmente, el
de libertad de circulación, por cualquier lugar, a cualquier hora”[8].
En estos casos,
además, la violencia fue doble: se eligieron representar femicidios, al ser la
forma más extrema de violencia hacia las mujeres[9].
Un ícono se resuelve en un maniquí con
una cinta de “peligro” que lo envuelve y frases escritas (e invitando a
escribir por los marcadores que lo acompañan) como “se lo merecía por puta”, o
“basta de matarnos”, terminan de crear el escenario de esta puesta, que irrumpe
la realidad, interpela y traspasa las fibras más profundas de cada
transeúnte/espectador.
La visibilización del cuerpo pone en
manifiesto la presencia/ausencia de un alma. Si bien el ser humano es un ser
integrado, remontarse a su concepción platónica dual, le permite de-construise
y pensarse.
El cuerpo inmóvil, mutilado, ensangrentado,
mudo, vaciado de alma, nos posiciona a todos en ese lugar en donde, todos
llegaremos alguna vez: la muerte. Sin embargo, consensuamos en que no queremos
que nadie nos arrebate el derecho a vivir.
Ahí
estaban, cuatro mujeres, silenciosas, inmóviles tiradas en el pasto durante
veinte minutos, envueltas en bolsas de plástico transparentes, representando lo
macabro, lo irrepresentable, aquello que bordea los límites de lo imaginable
Una operación figurativa que bordea lo absurdo, creando el horror en su estado
más crudo. Ellas eran Melina, Adriana, Juana, Liliana, Angeles. Alrededor,
muñecas: símbolos penetrantes e infalibles de una infancia ausente, de una
adolescencia y juventud arrebatada.
A los veinte minutos, se vislumbra el (re)nacimiento
de un alma de la mujer que fue durante ese lapso de tiempo, la condensación de
Melina, Adriana, Juana, Liliana y Angeles.
Una compañera se acerca y luego
de romper la bolsa y secar su cuerpo con una toalla, a raíz del calor por haber
permanecido bajo el sol, se produce el emocionante “rescate” que se sella en un
abrazo que conmueve por su autenticidad, emanación de amor y valentía. El alma
que permanece en ese cuerpo festeja, conmovida y agradecida, la vida. Los de afuera, inmediatamente
sienten, que las representadas y tantas otras, murieron solas, con miedo,
dolor, violadas, y en completa soledad. La salvadora, pasa a ser nuevamente
Melina, Adriana, Juana, Liliana y Angeles, y las tantas mujeres asesinadas por
violencia de género de ayer y de
siempre, de Argentina, y el mundo entero a quienes se les negó el alma y se les
suprimió el cuerpo para volverse nada.
Desafíos
futuros
Desde este tipo de intervenciones en las
que confluyen lo estético y lo político y a través de las cuales toda la
comunidad queda interpelada y obligada de alguna forma a la resignificación de
las propias configuraciones mentales, se pueden generar las condiciones para la
erradicación da la violencia de género. En el despertar de la población, por
medio de la desnaturalización de todos los niveles de violencia, del intentar
de hacer consciente lo inconsciente, se puede generar una masa crítica que ya
no pueda seguir tolerando los niveles de desigualdad, tanto de género como de
raza y clase. Que ya no pueda seguir ajena a los sufrimientos de tantas
personas que construyen su identidad en un contexto de discriminación,
injusticia y odio. El desafío de toda la comunidad, de las instituciones y de
cada sujeto, desde su rol específico, es el de replantearse qué mundo decide
co-crear y reproducir.
“Considero que el arte que no
problematiza es arte inútil. Mi arte es transgresor, siempre digo que soy mujer
trans no por transexual o transgénero, lo digo por que soy una mujer
transgresora. La función de generar pensamiento mediante el arte nace en el
artista que busca transgredir, y su crecimiento depende del artista que pasa
hambre dentro del espectador, del espectador que necesita algo que lo
despierte”.
Elizabeth Mía Chorubczyk
“Yo soy
"una puta más", ellas también. Yo vine de mi casa, ellas también. Yo
me puse a hablar con desconocidos, ellas también. Yo me desnudé frente a
desconocidos, ellas posiblemente también. A mi no me acosaron, a ellas sí. A mi
no me manipularon, a ellas sí. A mi no me drogaron, a ellas sí. Yo me metí en
una bolsa por voluntad propia, ellas no. A mi no me dolía nada, a ellas las
molieron a golpes. Yo cogí porque quería, a ellas las violaron. A mi no me molestaba nada, a ellas se les iba la
vida. Yo estaba viva, ellas estaban muertas. A mi más tarde alguien vino a
sacarme de la bolsa, a abrazarme, a ayudarme a levantarme y contenerme. Ellas
no se levantaron más" Cande Gauffin, “performera” de “Mujer Basura”
“Podemos respirar bajo las
bolsas, bajo el sol, podemos salir y gritar por las que no pudieron elegir, las
que se convirtieron en cuerpo, dejaron su vida, sus gustos, sus emociones y
ahora son cuerpos tirados en la basura, y ya no pueden hablar, gritar, ya no
pueden decir basta, no quiero, ya no pueden defenderse de sus asesinos, ni de
sus verdugos que las juzgan aún muertas, las mutilan con palabras, les siguen
diciendo que hacer, que no, como vestirse, con quien jugar.
A veces somos solo cuerpos,
con vida, sin vida, cuerpo, carne, concha, sangre.
Melina, Ángeles, Juana, soy
yo, somos todas, y no soy yo, yo respiro todavía, y puedo gritar y llorar,
puedo verlas y pensar que somos iguales”
(Por Victoria Azcona ).
Bibliografía:
- Faucault,M (2007). “Sexualidad y poder (y otros
textos), Ediciones Folio, S.A, Barcelona.
- Federici, Silvia, (2010).“Calibán y la bruja:
mujeres, cuerpo, y acumulación originaria. 1ª edición. Buenos Aires:Tinta
Timón.
- Herrera, C (2011) “Más
allá de las etiquetas”, Editorial Txalaparta, Madrid. Recuperado
online en:
http://haikita.blogspot.com.ar/2011/05/la-teoria-queer-el-fin-de-las.html
- Preciado,
Beatriz (2002). “Manifiesto
contra-sexual. Prácticas subversivas de identidad sexual”,
Pensamiento-Opera Prima, Madrid.
- Voloshinov,V(1976)
“El signo ideológico y la filosofía del lenguaje”, Nueva visión, Buenos
Aires.
- Williams, R. (1958). “La cultura es algo ordinario” [En The
Raymond Williams Reader, pp. 37-62. Traducido por Ricardo García Pérez
Páginas web:
- http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-261292-2014-12-05.html
- http://www.laverdadonline.com/noticia-57065.html
- https://www.facebook.com/MarchaPutasBA?fref=ts
- http://www.effymia.com/
- http://www.lacasadelencuentro.org
Foto de la
performance “Mujer Basura”:
[1] Existen las siguientes leyes y
convenciones específicas contra la violencia de género:
Ley Nacional 26.458 de protección integral para
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en ámbitos en
que desarrollen sus relaciones interpersonales.
Convención sobre Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer,
adoptado por la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas el 6 de octubre de 1999.
Ley Nacional 25.673 de creación del
Programa Nacional de salud sexual y procreación responsable.
Ley Nacional 25.929 de parto humanizado.
Derechos de padres e hijos durante el proceso del nacimiento.
Ley Nacional 26.150 de Educación Sexual Integral.
Ley nacional 26.130 ley de Anticoncepción Quirúrgica
Ley Nacional 26.150 de Educación Sexual Integral.
Ley nacional 26.130 ley de Anticoncepción Quirúrgica
Protocolo para la Atención Integral de Personas
Víctimas de Violaciones Sexuales del Ministerio de Salud de la Nación.
[2] Un informe del Observatorio de Violencia de
Género (OVG) de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires se
indicó que una de cada 10 llamadas al 911 provincial se relacionan con
situaciones de violencias hacia mujeres y niñas. Fuente:
http://www.laverdadonline.com/noticia-57065.html
[3] La cultura de la violación supone la
interiorización y naturalización de los abusos haciendo hincapié en la víctima,
revictimizándola a través de de un uso del lenguaje misógino, focalizado en la
cosificación de la mujer y sus costumbres, estilo de vida, y vestimenta.
[4] Silvia Federici, militante feminista
desde 1960, una de las principales animadoras del debate de internacional sobre
la condición y la remuneración del trabajo doméstico, expresa en su libro “El calibán y la bruja” que en la
transición del feudalismo al capitalismo, las mujeres sufrieron un proceso de
degradación social que fue fundamental para la acumulación de capital. La
importancia económica de la reproducción de la mano de obra llevada a cabo en
el hogar y su función se hizo invisible confundiéndose con un “vocación natural
y designándose como “trabajo de mujeres”. (Federici, 2010).
[5] Fuente: http://www.effymia.com/
[6] Queer hace referencia a formas de vida e identidades
diferentes que se salen de la norma establecida por la ideología y los
estereotipos dominantes. Según Beatriz Preciado (2003) "lo Queer se opone a las políticas paritarias derivadas de una noción
biológica de la “mujer” o de la “diferencia sexual”. Se opone a las políticas
republicanas universalistas que permiten el “reconocimiento” e imponen la “integración”
de las “diferencias “en el seno de la República. No hay diferencia sexual, sino
una multitud de diferencias, una transversalidad de las relaciones de poder,
una diversidad de las potencias de vida”.
(Citado en: Herrera, C, 2011)
[7] Este arte preformativo,
fue llevado a cabo en el marco de la III Marcha de Las Putas de Buenos Aires.
La Marcha de las Putas nace el 24 de enero del
año 2011 en una charla sobre seguridad en el campus de una universidad
canadiense, un policía llamado Michael Sanguinetti dijo que las mujeres
deberían evitar vestirse como putas para no ser victimizadas. La indignación
por esta afirmación, que no es para nada original pero que simboliza la
costumbre de culpar a la víctima, dio lugar a la organización de la primera
SlutWalk (Marcha de las Putas) en la ciudad de
Toronto. Ese mismo año el movimiento se multiplicó en otras ciudades del globo,
dado que lo que dijo ese policía se encuentra presente en el imaginario
colectivo de muchas sociedades. A este conjunto de ideas, valores y actitudes
que culpan a la víctima de violencia sexual, naturalizan los abusos, y
justifican a los abusadores, le llamamos cultura de la violación.
Los femicidios representados: Paula Gimenez 31
años, Liliana Garabedian 37 años, Emilia Juana Gomez 15 años., Melina Romero 17
años y Angeles Rawson 17 años. Las performeras fueron: Cande Gauffin, Cata Pampin, Pam Martini, Lara Zabala, Debora Lanzetta,
Alia Wombat, Cata Moscatelli, Amy Mercurio El arte
stencil fue realizado por Victoria
Azcona La coordinación e idea conceptual:
Paula Naanim Telis
[9] En el 2013 se
registraron 295 femicidios en el país, un 16 por ciento más que en el año 2012;
una mujer es muerta cada 30 horas víctima de femicidio; en el
año 2008 hubo 208 femicidios, en el año 2009 fueron víctimas 231 mujeres, en el
año 2010, 260, en el 2011 la cifra subió a 282 y en el año 2012 los femicidios
fueron 255 (Estas cifras surgen de un informe presentado por la ONG La Casa del
Encuentro al Centro de Información de Naciones Unidas (CINU).
El femicidio es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a
quien considera de su propiedad. Se trata de un término político que denuncia
la naturalización de la sociedad hacia la violencia sexista. El concepto
femicidio fue desarrollado por la escritora estadounidense Carol Orlock en 1974
y utilizado públicamente en 1976 por la feminista Diana Russell, ante el
Tribunal Internacional de Los Crímenes contra las Mujeres, en Bruselas.,
actualmente incorporado al diccionario por la Real Academia Española gracias a
la antropóloga feminista mexicana Marcela Lagarde. (Fuente: http://www.lacasadelencuentro.org).
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