III
Marcha de las Putas.
Arte performance
"Mujer basura"
Cinco obras esténciles de retratos de mujeres rodean el espacio escénico
de la performance “Mujer Basura” montada el 22 de noviembre en la Plaza de Mayo en el marco de la III Marcha
de las Putas. Espejos rotos dejan ver los rostros correspondientes a algunas
imágenes que por su tratamiento en los medios, resultan familiares. Se
identifican claramente a Melina Romero y Angeles Rawson: ambas adolescentes
encontradas muertas en bolsas de basura, luego de días de búsqueda.
El caso de Melina abrió un debate en la agenda pública aun no resuelto
en nuestra sociedad, visibilizando la cultura de la violación. El foco puesto
en la víctima, y no en el victimario: quién era, qué hacía, con quién se
juntaba, cómo se buscó ese final, qué
hacían sus padres, y tantas preguntas que encierran fragmentos de un
mundo con rasgos patriarcales, machistas y misóginos. Y en particular, también, profundamente sociales, el destino de Melina en todo caso, ya estaba
marcado, “ya no tenía rumbo”: se drogaba, era puta y encima pobre. Todos los
estereotipos juntos reproduciéndose en un discurso nefasto y doloroso.
Las demás: Adriana Paula Giménez, Juana Gómez, Liliana Garabedian,
también comparten un horroroso factor en común: sus cuerpos asesinados fueron
encontrados en basurales, mutilados, casi desnudos o completamente desnudos y
algunos también violados.
Un ícono se resuelve en un maniquí con una cinta de PELIGRO que lo
envuelve y frases escritas (e invitando a escribir) como “se lo merecía por
puta”, o “basta de matarnos”, terminan de crear el escenario de esta puesta, que
irrumpe la realidad, interpela y traspasa las fibras más profundas de cada
transeúnte/espectador.
Cuatro
cuerpos, cuatro mujeres, cuatro almas
La visibilización del cuerpo pone en manifiesto la presencia/ausencia de
un alma. Si bien el ser humano es un ser integrado, remontarse a su concepción
platónica dual, le permite deconstruise y pensarse.
El cuerpo inmóvil, mutilado, ensangrentado, mudo, ya vació de alma, nos
posiciona a todos en ese lugar en donde llegaremos alguna vez: la muerte. Sin
embargo, consensuamos en que no queremos que nadie nos arrebate el derecho a
vivir.
Ahí estaban, cuatro mujeres, inmóviles tiradas en el pasto durante
veinte minutos, envueltas en bolsas de plástico transparentes, representando lo
macabro, lo irrepresentable, aquello que bordea los límites de lo pensable. Una
operación figurativa que bordea lo absurdo, creando el horror en su estado más crudo.
Porque una cosa es que te lo cuenten y otra es verlo. Ellas eran Melina,
Adriana, Juana, Liliana, Angeles. Alrededor, muñecas: símbolos penetrantes e
infalibles de una infancia ausente, de una adolescencia y juventud arrebatada,
de sueños aniquilados.
A los veinte minutos, se vislumbra el renacimiento de un alma de la
mujer que fue durante ese lapso de tiempo, la condensación de Melina, Adriana,
Juana, Liliana y Angeles. Una compañera
se acerca y luego de romper la bolsa y
secar su cuerpo con una toalla, a raíz del calor por haber permanecido bajo el
sol, se produce el emocionante “rescate” que se sella en un abrazo que conmueve
por su autenticidad, emanación de amor y valentía. El alma que permanece en ese
cuerpo festeja, conmovida y agradecida, la vida. Los de afuera, inmediatamente
sienten, que las representadas y tantas otras, murieron solas, con miedo,
dolor, violadas, y en completa soledad. La salvadora, pasa a ser nuevamente
Melina, Adriana, Juana, Liliana y Angeles, y las tantas mujeres asesinadas por
violencia de género de ayer y de siempre, de Argentina, y el mundo entero, a
quienes se les negó el alma y se les suprimió el cuerpo para volverse
nada. Las que quedamos, gritamos,
sangramos y denunciamos por ellas.
Palabras
en carne (y alma) propia:
“Fui la primera en tirarme en el
pasto, adentro de una bolsa, pintada como ensangrentada. Pasé calor, sí. Estaba
concentrada en respirar bien, en no pensar cosas feas que me quiten la
tranquilidad, en ubicar el agujero que tenía cerca de mi cara para que me entre
fresco. Cuando mi compañera me fue a “rescatar”, yo creía que faltaban todavía
otros diez minutos. Me sentí contenta de haber aguantado los 20 minutos
pactados. Me dije que era fácil, que estaba orgullosa de haberlo hecho. No se
dejaban de escuchar obturadores, veía gente a mí alrededor a través de la bolsa
sacando fotos sin parar. Salí, estaba toda transpirada. La coordinadora, Pau,
enseguida fue a abrazarme, a contenerme, a cuidarme, a asistirme con lo que
necesitara. Las demás chicas que aún esperaban también me contuvieron.
Enseguida me puse a controlar el tiempo para ir a rescatar a mi compañera. Me
acerqué a ver la puesta…me impresioné mucho. Vi 4 mujeres muertas, 4 mujeres
maltratadas, 4 mujeres inocentes.
Cuando me tocó ir de nuevo a tirarme
embolsada, me di cuenta de nuevo de lo feo que era estar en esa situación, pero
también me concentré esa vez en respirar, en lo que pasaba a mi alrededor.
El sentido de relatar paso a paso
lo que pensaba durante la performance es contar que en el momento lo sentí como
eso, como una actuación, un espectáculo, estaba concentrada en lo que tenía que
hacer, y demás cuestiones técnicas o prácticas. El problema fue después. Vi
fotos, vi fotos mías tirada en la bolsa y de mis compañeras. Me siento muy mal.
Me siento terrible. Vi cómo me vería yo si me asesinaran. (Por Catalina Victorio)
“Podemos respirar bajo las bolsas, bajo el sol, podemos salir y gritar
por las que no pudieron elegir, las que se convirtieron en cuerpo, dejaron su
vida, sus gustos, sus emociones y ahora son cuerpos tirados en la basura, y ya
no pueden hablar, gritar, ya no pueden decir basta, no quiero, ya no pueden
defenderse de sus asesinos, ni de sus verdugos que las juzgan aún muertas, las
mutilan con palabras, les siguen diciendo que hacer, que no, como vestirse, con
quien jugar.
A veces somos solo cuerpos, con vida, sin vida, cuerpo, carne, concha,
sangre.
Melina, Ángeles, Juana, soy yo, somos todas, y no soy yo, yo respiro
todavía, y puedo gritar y llorar, puedo verlas y pensar que somos iguales”. (Por
Victoria Azcona ).
“Yo soy "una puta más", ellas también. Yo
vine de mi casa, ellas también. Yo me puse a hablar con desconocidos, ellas
también. Yo me desnudé frente a desconocidos, ellas posiblemente también. A mi
no me acosaron, a ellas sí. A mi no me manipularon, a ellas sí. A mi no me
drogaron, a ellas sí. Yo me metí en una bolsa por voluntad propia, ellas no. A
mi no me dolía nada, a ellas las molieron a golpes. Yo cogí porque quería, a
ellas las violaron. A mi no me molestaba nada, a
ellas se les iba la vida. Yo estaba viva ellas estaban muertas. A mi más tarde
alguien vino a sacarme de la bolsa, a abrazarme, a ayudarme a levantarme y
contenerme. Ellas no se levantaron más" (Por Cande Gauffin).
NI UNA MÁS. TOCAN A UNA NOS TOCAN A TODAS.
//// Femicidios
representados:
Paula Gimenez 31 años
Liliana Garabedian 37 años.
Emilia Juana Gomez 15 años.
Melina Romero 17 años
Angeles Rawson 17 años
//// Performeras:
Cande Gauffin, Cata Pampin, Pam Martini, Lara Zabala,
Debora Lanzetta, Alia Wombat, Cata Moscatelli, Amy Mercurio
Arte stencil: Victoria Azcona
//// Idea conceptual y coordinación:
Paula Naanim Telis
Redacción y
recopilación de testimonios
Sol