jueves, 4 de junio de 2015

“Politicarte”




Una reflexión acerca de la capacidad transformadora de las intervenciones artísticas en espacios públicos.

Si bien en los últimos años se ha puesto hincapié y ha habido un esfuerzo por parte de organizaciones estatales y no gubernamentales, provenientes de la sociedad civil, en proteger y contener a víctimas de violencia de género, su problematización, y posterior camino hacia la erradicación, permanece en espacios y ámbitos aún limitados. Los medios de comunicación y las instituciones educativas y judiciales no reproducen discursos (ni fallos) a la altura de los avances en investigación académica y en materia de legislación del país e internacional [1]que promueven la igualdad de género. Esto explica en parte por qué cada veinte segundos hay un llamado por violencia de género al 911[2], o una mujer es muerta cada 30 horas víctima de femicidio, o cómo tres millones de niñas en el mundo hoy corren riesgo de mutilación genital.
Una de las razones principales que se puede esbozar, es que la cultura, al atravesar todas aristas de la sociedad, se impregna sistemáticamente y preexiste a discursos que responden a un paradigma que se rige y contiene fragmentos de un sistema patriarcal heredado con rasgos misóginos y machistas. Esos discursos alimentan prácticas acordes a ellos y también los refuerzan. De alguna forma lo explica Foucault en “Sexualidad y Poder” cuando dice que “el inconsciente se constituye a partir de una relación de poder” (Faucault,2007:33). Y la ideología como sistema de representaciones sociales funciona desde un nivel inconciente.
Un caso que desenmascaró relaciones de poder patriarcales y machistas fue el de Melina, adolescente encontrada envuelta en una bolsa de basura, violada: los medios de comunicación visibilizaron el procedimiento de culpabilización de la víctima y la cultura subyacente de la violación: quién era, qué tenía puesto, qué hacía de su vida. La espectacularización de la intimidad de la víctima, sus hábitos, y su destino marcado: era puta, drogadicta, rebelde, y encima, pobre, ¿qué más podría esperarse?[3] Todos los rasgos estereotípicos de  una “víctima” que se las “buscó”. Que no cumplió con lo que se esperaba de ella (cumplir mandatos, obedecer: estudiar, trabajar, ser monogámica, heterosexual y niña de su casa, de su familia).
 Seguramente una franja de los lectores y de las audiencias se debe haber descubierto en  esa misma creencia. No solamente porque las noticias son construidas para alguien prefigurado que le da verosimilud a lo dicho, sino porque, como dijimos, así funciona la cultura, nos preexiste.
Williams afirma que la cultura presenta dos aspectos: “los significados y orientaciones para los que sus miembros han sido entrenados, y las nuevas observaciones y significados que se nos brindan para ser puestos a prueba. Así son los procesos ordinarios de las sociedades y mentalidades humanas, y a través ellos  percibimos la naturaleza de una cultura: que siempre es tradicional y creativa a la vez” […] Es decir, la cultura engloba los significados comunes y formas de vida, y el arte y el conocimiento, como un quehacer “innovador”. (Williams,1958: 39).
No es sino, desde este campo que pueden dispararse nuevas preguntas que descoloquen, irrumpan y cuestionen el orden de las cosas y sus sentidos. La complejidad en la sociedad y sus múltiples manifestaciones, a raíz también de este espacio de creatividad que permite la cultura en sí,  exige la  elaboración de nuevas palabras que encierren significados condensados y funcionen para describir esa realidad, cuestionándola/denunciándola. Siguiendo a Voloshinov, cuando decía que el signo es la arena de la lucha de clases, (Voloshinov, 1976) en este caso, podemos pensar esa lucha concreta que se plantea contra el sistema patriarcal, la represión, cosificación, negación, y aniquilación del cuerpo de la mujer, que en definitiva podría reducirse también a una lucha de clases si partimos de la premisa de que el sistema capitalista es el que mantiene la red de relaciones de poder y las reproduce en múltiples ámbitos, algunos a veces completamente invisibilizados[4].
Si bien la violencia de género es una problemática multicausal y profunda en la sociedad moderna, y es difícil pensar en una solución que no contemple políticas de Estado directas, a través del arte se puede dar cuenta y ayudar a la construcción de discursos alternativos en pos de la igualdad de los seres humanos y de su libertad para ser y elegir. Y cuando decimos “alternativos” nos estamos oponiendo a “contrarios”. Al oponerse algo también se lo reafirma, desde el uso del mismo universo de sentido para señalarlo.  Lo alternativo surge de una ruptura previa a los discursos hegemónicos,  pero propone desde una base completamente diferente de la que denuncia.  Así fue como la realidad exigió y dio lugar al emergente cultural del “artivismo”. El “artivismo” es una forma de acción social que se sitúa entre el arte y el activismo, que busca generar un cambio. El arte se convierte en una herramienta que ayuda a reflexionar sobre el sistema normativo y las creencias, convocando desde las emociones y mostrando que existen otras maneras de ser y de relacionarnos.
Las intervenciones comunitarias generalmente engloban un conjunto de estrategias derivadas de un diagnóstico social y/o comunicacional previo que incluye un plan de acción con destinatarios específicos de la comunidad (llamados también beneficiarios directos e indirectos). Sin embargo, podemos pensar estas  intervenciones, como irrupciones en la cotidianidad en donde este artivismo puede manifestarse. Etimológicamente, "Intervenir", surge del latín intervetio, e implica; "venir entre" o "interponerse”. El escenario urbano, cuyos espectadores pasan a ser el   “público” de alguna forma sin decidirlo, se convierte en el lugar en donde se desnaturalizan y destruyen discursos pre-establecidos. La interpelación al Otro se establece a través de la creación de una determinada escena cuya  imagen y su propia capacidad de preganancia en la mente, genera un impacto inmediato en su subjetividad. El rasgo revolucionario radica en parte por lo impredecible de esa huella al generar una cierta discontinuidad que irrumpe la práctica cotidiana del espectador, una “interposición”, una dislocación, de su mirada que lo desnuda poniendo(se) en evidencia sus propias creencias y juicios.
Un vehículo para la intervención es la llamada “performance” que refiere a una forma específica de arte, arte en vivo o arte en acción, que nace en los años sesenta y setenta para romper con los lazos institucionales y económicos que excluían a artistas sin acceso a teatro, galerías y espacios oficiales o comerciales de arte. (Taylor, Fuente,  2011). La performance, en definitiva surge de varias prácticas artísticas pero trasciende sus límites; combina elementos y se nutre de diversos lenguajes. Es por eso que su significado siempre se manifiesta con un excedente, con algo que permanece abierto, con un sentido que se trastoca. En este aspecto radica su potencial y su riqueza para la transformación de las mentes de las comunidades, denunciando aquello que a veces las palabras no pueden nombrar o describir, generando una nueva propuesta “sígnica”. Se requiere para ello, transcender las fronteras disciplinarias para acceder a fenómenos complejos que requieren de un universo de sentido transformador.
Elizabeth Mia Chorubczyk, alias Effýmia o Effy Beth, fue una joven artista trans que sufrió discriminación y violencia de género desde temprana edad, y se convirtió en un referente en lo que respecta a la construcción de identidad de género e intervenciones urbanas a través de performances. Estudiante del IUNA, luego de años de escuchar frases como “aunque vos te sientas mujer, te crezcan tetas, tomes hormonas, te operes los genitales, nunca serás mujer porque no menstruás ni sabes lo que eso significa”, realizó una performance titulada “Nunca serás mujer” donde su cuerpo sangra en trece oportunidades[5]. El llamado arte queer[6] comenzó desde entonces a definir sus metas: “problematizar el discurso hegemónico en un tiempo y espacio específico”


Un caso de intervención a través de una obra de arte performativa en la Ciudad de Buenos Aires: “Mujer Basura, con cada femicidio sangramos todxs”

Cinco obras esténciles de retratos de mujeres rodean el espacio escénico de la performance titulada “Mujer Basura” montada el 22 de noviembre  en la Plaza de Mayo en el marco de la III Marcha de las Putas[7]. Espejos rotos dejan ver los rostros correspondientes a algunas imágenes que por su tratamiento en los medios, resultan familiares. Se identifican claramente a Melina Romero y Angeles Rawson: ambas adolescentes encontradas muertas en bolsas de basura,  luego de días de búsqueda.
Los demás: Adriana Paula Giménez, Juana Gómez, Liliana Garabedian, también comparten un horroroso factor en común: sus cuerpos asesinados  fueron encontrados en basurales, mutilados, casi desnudos o completamente desnudos y algunos también violados.
Argumenta la abogada Susana Chiarotti Boero, representante de Argentina ante el Comité de Expertas de la OEA que monitorean el cumplimiento por parte de los Estados de la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia hacia las mujeres, en una entrevista en Pagina 12 que “la violación es una herramienta política de disciplinamiento que el patriarcado utiliza desde sus orígenes sirve para recordarle a la mujer que debe ocupar un rol de servidumbre y obediencia al hombre; que debe limitar sus salidas y diversiones; permanecer en el hogar y no invadir la calle, el espacio público, que pertenece a los varones. No importa cuán modernos sean la ropa, el celular o los autos que tengan los jóvenes. En el fondo se arrastra algo atávico sobre la inferioridad de las mujeres. Los varones sienten que hay que recordarles a ellas todo el tiempo que no son iguales a los varones ni tienen los mismos derechos, especialmente, el de libertad de circulación, por cualquier lugar, a cualquier hora”[8].
En estos casos, además, la violencia fue doble: se eligieron representar femicidios, al ser la forma más extrema de violencia hacia las mujeres[9]. 
Un ícono se resuelve en un maniquí con una cinta de “peligro” que lo envuelve y frases escritas (e invitando a escribir por los marcadores que lo acompañan) como “se lo merecía por puta”, o “basta de matarnos”, terminan de crear el escenario de esta puesta, que irrumpe la realidad, interpela y traspasa las fibras más profundas de cada transeúnte/espectador.
La visibilización del cuerpo pone en manifiesto la presencia/ausencia de un alma. Si bien el ser humano es un ser integrado, remontarse a su concepción platónica dual, le permite de-construise y pensarse.
El cuerpo inmóvil, mutilado, ensangrentado, mudo, vaciado de alma, nos posiciona a todos en ese lugar en donde, todos llegaremos alguna vez: la muerte. Sin embargo, consensuamos en que no queremos que nadie nos arrebate el derecho a vivir.
Ahí estaban, cuatro mujeres, silenciosas, inmóviles tiradas en el pasto durante veinte minutos, envueltas en bolsas de plástico transparentes, representando lo macabro, lo irrepresentable, aquello que bordea los límites de lo imaginable Una operación figurativa que bordea lo absurdo, creando el horror en su estado más crudo. Ellas eran Melina, Adriana, Juana, Liliana, Angeles. Alrededor, muñecas: símbolos penetrantes e infalibles de una infancia ausente, de una adolescencia y juventud arrebatada.
A los veinte minutos, se vislumbra el (re)nacimiento de un alma de la mujer que fue durante ese lapso de tiempo, la condensación de Melina, Adriana, Juana, Liliana y Angeles.  Una compañera se acerca  y luego de romper la bolsa y secar su cuerpo con una toalla, a raíz del calor por haber permanecido bajo el sol, se produce el emocionante “rescate” que se sella en un abrazo que conmueve por su autenticidad, emanación de amor y valentía. El alma que permanece en ese cuerpo festeja, conmovida y agradecida,  la vida. Los de afuera, inmediatamente sienten, que las representadas y tantas otras, murieron solas, con miedo, dolor, violadas, y en completa soledad. La salvadora, pasa a ser nuevamente Melina, Adriana, Juana, Liliana y Angeles, y las tantas mujeres asesinadas por violencia de género  de ayer y de siempre, de Argentina, y el mundo entero a quienes se les negó el alma y se les suprimió el cuerpo para volverse nada.

Desafíos futuros

Desde este tipo de intervenciones en las que confluyen lo estético y lo político y a través de las cuales toda la comunidad queda interpelada y obligada de alguna forma a la resignificación de las propias configuraciones mentales, se pueden generar las condiciones para la erradicación da la violencia de género. En el despertar de la población, por medio de la desnaturalización de todos los niveles de violencia, del intentar de hacer consciente lo inconsciente, se puede generar una masa crítica que ya no pueda seguir tolerando los niveles de desigualdad, tanto de género como de raza y clase. Que ya no pueda seguir ajena a los sufrimientos de tantas personas que construyen su identidad en un contexto de discriminación, injusticia y odio. El desafío de toda la comunidad, de las instituciones y de cada sujeto, desde su rol específico, es el de replantearse qué mundo decide co-crear y reproducir.



 “Considero que el arte que no problematiza es arte inútil. Mi arte es transgresor, siempre digo que soy mujer trans no por transexual o transgénero, lo digo por que soy una mujer transgresora. La función de generar pensamiento mediante el arte nace en el artista que busca transgredir, y su crecimiento depende del artista que pasa hambre dentro del espectador, del espectador que necesita algo que lo despierte”.
Elizabeth Mía Chorubczyk

“Yo soy "una puta más", ellas también. Yo vine de mi casa, ellas también. Yo me puse a hablar con desconocidos, ellas también. Yo me desnudé frente a desconocidos, ellas posiblemente también. A mi no me acosaron, a ellas sí. A mi no me manipularon, a ellas sí. A mi no me drogaron, a ellas sí. Yo me metí en una bolsa por voluntad propia, ellas no. A mi no me dolía nada, a ellas las molieron a golpes. Yo cogí porque quería, a ellas las violaron. A mi no me molestaba nada, a ellas se les iba la vida. Yo estaba viva, ellas estaban muertas. A mi más tarde alguien vino a sacarme de la bolsa, a abrazarme, a ayudarme a levantarme y contenerme. Ellas no se levantaron más" Cande Gauffin, “performera” de “Mujer Basura”

“Podemos respirar bajo las bolsas, bajo el sol, podemos salir y gritar por las que no pudieron elegir, las que se convirtieron en cuerpo, dejaron su vida, sus gustos, sus emociones y ahora son cuerpos tirados en la basura, y ya no pueden hablar, gritar, ya no pueden decir basta, no quiero, ya no pueden defenderse de sus asesinos, ni de sus verdugos que las juzgan aún muertas, las mutilan con palabras, les siguen diciendo que hacer, que no, como vestirse, con quien jugar.
A veces somos solo cuerpos, con vida, sin vida, cuerpo, carne, concha, sangre.
Melina, Ángeles, Juana, soy yo, somos todas, y no soy yo, yo respiro todavía, y puedo gritar y llorar, puedo verlas y pensar que somos iguales”  (Por Victoria Azcona ).




Bibliografía:

  • Faucault,M  (2007). “Sexualidad y poder (y otros textos), Ediciones Folio, S.A, Barcelona.
  • Federici, Silvia, (2010).“Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo, y acumulación originaria. 1ª edición. Buenos Aires:Tinta Timón.
  • Herrera, C (2011) “Más allá de las etiquetas”, Editorial Txalaparta, Madrid. Recuperado online en: http://haikita.blogspot.com.ar/2011/05/la-teoria-queer-el-fin-de-las.html
  • Preciado, Beatriz (2002). “Manifiesto contra-sexual. Prácticas subversivas de identidad sexual”, Pensamiento-Opera Prima, Madrid.
  • Voloshinov,V(1976) “El signo ideológico y la filosofía del lenguaje”, Nueva visión, Buenos Aires.
  • Williams, R. (1958). “La cultura es algo ordinario” [En The Raymond Williams Reader, pp. 37-62. Traducido por Ricardo García Pérez

Páginas web:




Foto de la performance “Mujer Basura”:



[1] Existen las siguientes leyes y convenciones específicas contra la violencia de género:
Ley Nacional 26.458 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales.
Convención sobre Eliminación de todas  las Formas de Discriminación contra la Mujer, adoptado por la Asamblea General  de la Organización de las Naciones Unidas el 6 de octubre de 1999.
Ley Nacional 25.673 de creación del Programa Nacional de salud sexual y procreación responsable. 
Ley Nacional 25.929 de parto humanizado. Derechos de padres e hijos durante el proceso del nacimiento.
Ley Nacional 26.150 de Educación Sexual Integral. 
Ley nacional 26.130 ley de Anticoncepción Quirúrgica 
Protocolo para la Atención Integral de Personas Víctimas de Violaciones Sexuales del Ministerio de Salud de la Nación.
[2] Un informe del Observatorio de Violencia de Género (OVG) de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires se indicó que una de cada 10 llamadas al 911 provincial se relacionan con situaciones de violencias hacia mujeres y niñas. Fuente: http://www.laverdadonline.com/noticia-57065.html
[3] La cultura de la violación supone la interiorización y naturalización de los abusos haciendo hincapié en la víctima, revictimizándola a través de de un uso del lenguaje misógino, focalizado en la cosificación de la mujer y sus costumbres, estilo de vida, y vestimenta.
[4] Silvia Federici, militante feminista desde 1960, una de las principales animadoras del debate de internacional sobre la condición y la remuneración del trabajo doméstico, expresa  en su libro “El calibán y la bruja” que en la transición del feudalismo al capitalismo, las mujeres sufrieron un proceso de degradación social que fue fundamental para la acumulación de capital. La importancia económica de la reproducción de la mano de obra llevada a cabo en el hogar y su función se hizo invisible confundiéndose con un “vocación natural y designándose como “trabajo de mujeres”. (Federici, 2010).
[5] Fuente: http://www.effymia.com/
[6] Queer hace referencia a formas de vida e identidades diferentes que se salen de la norma establecida por la ideología y los estereotipos dominantes. Según Beatriz Preciado (2003)  "lo Queer se opone a las políticas paritarias derivadas de una noción biológica de la “mujer” o de la “diferencia sexual”. Se opone a las políticas republicanas universalistas que permiten el “reconocimiento” e imponen la “integración” de las “diferencias “en el seno de la República. No hay diferencia sexual, sino una multitud de diferencias, una transversalidad de las relaciones de poder, una diversidad de las potencias de vida”.  (Citado en: Herrera, C, 2011)
[7] Este arte preformativo, fue llevado a cabo en el marco de la III Marcha de Las Putas de Buenos Aires. La Marcha de las Putas nace el 24 de enero del año 2011 en una charla sobre seguridad en el campus de una universidad canadiense, un policía llamado Michael Sanguinetti dijo que las mujeres deberían evitar vestirse como putas para no ser victimizadas. La indignación por esta afirmación, que no es para nada original pero que simboliza la costumbre de culpar a la víctima, dio lugar a la organización de la primera SlutWalk (Marcha de las Putas) en la ciudad de Toronto. Ese mismo año el movimiento se multiplicó en otras ciudades del globo, dado que lo que dijo ese policía se encuentra presente en el imaginario colectivo de muchas sociedades. A este conjunto de ideas, valores y actitudes que culpan a la víctima de violencia sexual, naturalizan los abusos, y justifican a los abusadores, le llamamos cultura de la violación.
Los femicidios representados: Paula Gimenez 31 años, Liliana Garabedian 37 años, Emilia Juana Gomez 15 años., Melina Romero 17 años y Angeles Rawson 17 años. Las performeras fueron: Cande Gauffin, Cata Pampin, Pam Martini, Lara Zabala, Debora Lanzetta, Alia Wombat, Cata Moscatelli, Amy Mercurio   El arte stencil fue realizado por  Victoria Azcona La coordinación e idea conceptual: Paula Naanim Telis
[9] En el 2013 se registraron 295 femicidios en el país, un 16 por ciento más que en el año 2012; una mujer es muerta cada 30 horas víctima de femicidio; en el año 2008 hubo 208 femicidios, en el año 2009 fueron víctimas 231 mujeres, en el año 2010, 260, en el 2011 la cifra subió a 282 y en el año 2012 los femicidios fueron 255 (Estas cifras surgen de un informe presentado por la ONG La Casa del Encuentro al Centro de Información de Naciones Unidas (CINU).   
El femicidio es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad. Se trata de un término político que denuncia la naturalización de la sociedad hacia la violencia sexista. El concepto femicidio fue desarrollado por la escritora estadounidense Carol Orlock en 1974 y utilizado públicamente en 1976 por la feminista Diana Russell, ante el Tribunal Internacional de Los Crímenes contra las Mujeres, en Bruselas., actualmente incorporado al diccionario por la Real Academia Española gracias a la antropóloga feminista mexicana Marcela Lagarde. (Fuente: http://www.lacasadelencuentro.org).